12 Jun 2011

ESTACION POLAR ZEBRA

Él vio esta película 150 – CIENTO CINCUENTA – veces; INCREIBLE. Lo hacía durante sus reclusiones voluntarias y ponía el sonido a toda pastilla debido a sus problemas auditivos; horas y horas de pantalla y de oscuridad.

No me chifla particularmente esta cinta sin embargo mi finalidad no es la de encontrar el porqué le gustaba tanto a él. Me voy a limitar a añadir esta preferencia suya a su larga lista de excentricidades, tal sería mejor llamarlas “obsesiones” y bien sabe Dios que este hombre tenía unas cuantas.

Falleció a los 70 años, durante la autopsia, su cuerpo reveló por fin todos los sufrimientos que ambos habían padecido.
Media 1,90 y pesaba 42 kilos. Tenía el cuerpo cubierto de cicatrices y de antiguas quemaduras. El hombre estaba totalmente desnutrido, sus dientes se habían podrido y las había perdido en su mayoría, sus uñas eran larguísimas al igual que lo era su cabello, pero lo más escalofriante de todo era que las placas de rayos X desvelaron cinco agujas hipodérmicas rotas clavadas en sus brazos.

Este pobre cuerpo sin vida era el Señor Howard Hughes, el magnate, el billonario, el aviador, el playboy, el patriótico constructor militar, el hombre que hizo florecer Las Vegas, el técnico y el genio de las finanzas.

Su autopsia reveló que, debido a sus accidentes aéreos, su cerebro había sufrido daños cerebrales y que las quemaduras que cubrían su cuerpo debieron causarle dolores insufribles durante el resto de su vida. Según expertos en medicina humana muy poca gente en este mundo sería capaz de soportar tanto dolor sin volverse loco. Ahora nos hacemos una idea algo más concisa de lo que debió pasar este hombre.

Howard había sido un hombre alto, guapo y muy rico. De hecho llego a ser el hombre más rico de Estados Unidos. A pesar de una extrema timidez que le hacía resultar arrogante algunas veces, era un donjuán y las mujeres se enamoraban de él con tan solo mirarlo.
Pero las conquistas femeninas no eran su pasión: volar y la velocidad eran las dos cosas que él más amaba del mundo, las dos cosas que le hacía sentirse bien y ligero.
Lo tenía todo para ser feliz, todo para poder llevar una vida ociosa y maravillosa, ya que según solía decir podía comprar a cualquier persona en este mundo pues todo tenía un precio.

Volar era su pasión; en 1946, durante un vuelo de pruebas de un nuevo prototipo de avión, sufrió un tremendo accidente del cual salió muy mal herido. Consiguió arrastrarse fuera del cockpit pero estaba muy grave; fractura cervical, múltiples costillas rotas, fractura de la caga torácica que le destruyo el pulmón izquierdo desplazando su corazón hacia el lado derecho y numerosas quemaduras de tercer grado por todo el cuerpo – de hecho sobrevivió treinta años más de lo que pensaron los médicos -. Sin embargo el dolor era tan difícil de soportar que se volvió adicto a los calmantes como la codeína y el valium, manteniéndolo todo secreto.
Obviamente el uso desproporcionado de estos medicamentos incremento sus “excentricidades”; hoy en día le habrían diagnosticado un TOC – trastorno obsesivo compulsivo – y le habrían tratado con medicamentos eficaces y adecuados que le habrían dado una buena calidad de vida – pero no era el caso en aquellos tiempos y la gente siguió considerándole loco de atar.

Estos desordenes aumentaron con el paso del tiempo y empezó a pasar largas temporadas recluido en una habitación a oscuras, desnudo, sentado en un sillón de cuero blanco, con una toalla rosa tapándole les genitales. La butaca se encontraba en el centro de la habitación, lo que llamaba él “la zona libre de gérmenes”.
Sus ayudantes tenían prohibido mirarle, hablarle pero sí podían contestarle, y aquí en esta oscuridad, miraba películas sin parar, rodeado de toneladas de cajas de Kleenex que ordenaba meticulosamente una y otra vez.
Ni tan solo salía de la pieza para asearse; se quedaba en la oscuridad, aliviando sus necesidades en jaras e otros objetos, descuidando su higiene personal, cortándose el pelo y las uñas una vez al año. Padecía un dolor crónico tan terrible que el simple hecho de cepillarse los dientes le resultaba tan doloroso que termino por evitar hacerlo…

Finalmente falleció en 1975, escribiendo la palabra FIN al mito en que se había convertido. Se murió de un fallo renal crónico causado probablemente por largos años de abusos de drogas y falta de cuidados.
No puedo evitar sentir cierta ternura hacia este hombre increíble, hacia este ser que podía comprarlo todo y a todo el mundo, pero que fue incapaz de encontrar un sitio donde poder comprarse una “salud”.



2 comments:

  1. Meritxell Melgar, Maria Angels Bosch Morell and Rosa Maria Menardia like this.

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  2. Graciès noies, veig que efectivament em seguiu i aixo m omple de joia <3

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