Una amiga mía me ha llamado hoy por teléfono. Estaba preocupada por mí y podía presentir que algo andaba mal: ¿es curioso comprobar cómo las mujeres seguimos conservando nuestro sexto sentido verdad?
Ella se fue directa al grano preguntando: “Vale, ¿a ver chiquilla que te pasa?” Sin necesidad de decir: “Hola, soy yo…” no, ella se fue directa al grano y su brusquedad me hizo sonreír a pesar de mi. Así es que tragué mi saliva, me esclarecí la voz y contesté: “Nada, estoy bien, de verdad. Tan solo un poco de esto, otro poquito de aquello, ¡pero estoy bien!” y ella contesto: “¡O sea que estas como un queso fundido!”
Por Dios, ¡SI! ASI es exactamente como me siento. No creo que el tipo de queso sea relevante, pero en cualquier caso me siento como el queso fundido.
Todos tenemos nuestros límites y nuestra consistencia, no, no se rían y si sois de las que todavía ignoráis a qué tipo de queso pertenecéis pues ya va siendo hora de que penséis en ello.
En lo referente a mí, pertenezco a la familia del gruyere francés, el que tiene agujeros. Este perfumado queso es perfecto para mí: es ideal.
Compacto, suave, cremoso, redondo, grande (no es realmente mi caso pero claro no puedo definir un queso como alto, ¿no?) y con agujeros, ya que ellos son una parte importantísimas del gruyere.
Podéis llamarme boba si lo deseáis, pero son la parte que más me gusta del queso. No se rían, ya que los agujeros tienen realmente un sabor diferente del resto, y tenéis que probarlo primero para saber de lo que estoy hablando.
En cualquier caso, mi amiga tiene razón, soy un queso derretido.
Imaginad un queso redondo, grueso y consistente que es atacado por rayos malvados que lo debilitan y lo hace parecerse a una masa gelatinosa. Es así de sencillo. ¿Y qué hace la gente con estas pobres cositas fundidas? Pues, los más glotones se las comerán y el resto las tirará sin miramientos, sin percatarse del hecho que los quesos fundidos tienen sentimientos. ¡Los quesos derretidos pueden sentirse como una mierda!!! Y esto duele mogollón.
Si eres un hombre, por favor sigue partiéndote de risa, pero si eres una mujer podrás ahora ponerle un nombre a este estado de ánimos tan familiar. ¿Verdad chicas?
Ahora sabéis que cada vez que ponéis un plato en la mesa sin que se os den las gracias, que cada vez que consoláis a un miembro de la familia y a un pariente porque es algo normal, que cada vez que hacéis de vuestro hogar un lugar acogedor invisible a los ojos de los demás, que cada vez que llenáis la nevera o vaciáis el lava-platos dejando pensar que lo hacen los duendecillos… cada vez que hacéis todas estas cosas insignificantes e invisibles os derretís un poquito más hasta que llega el día en que el queso esta fundido.
Así es que, mis queridísimos productos lácteos empezad a considerar la posibilidad de frenar y de aceptar que no sois ninguna WONDER WOMAN por que entre nosotras, SUPER MAN tampoco existe ^_***.